Cuando lo que menos importan son las personas, te encuentras rodeada de un montón de muebles nuevos y bonitos que no puedes enseñar a nadie, espacios multiusos que no puedes compartir y conversaciones que no puedes tener, al no ser que levantes el teléfono – por más que ya no haya que pelearse por usar uno-.
Cuando lo que menos importan son las personas, te replanteas tu labor profesional, si tiene sentido trabajar en una ONGD o no, si tú como profesional estás reconocido o si simplemente eres un nombre que se rellena en un contrato y que ocupa una silla – eso sí, nuevísima y super-mega ergonómica-
Cuando lo que menos importan son las personas, piensas si 10 años de experiencia sirven o no para algo o para alguien, si dejas huella en tus compañeros o si las personas que atendías notarán tu ausencia. Dejas de entender por qué alguien quien hacía bien su trabajo, no puede continuar haciéndolo porque otra persona debe ocupar su lugar – su lugar nuevo pero con idénticas funciones-. Y te cuestionas si sirve de algo pelear por ayudar a otras personas en vez de ayudarte a ti misma, porque ya no puedes confiar en nadie.
Y es que, cuando lo que menos importan son las personas, deja de tener sentido la labor social que realizamos porque, aunque solo sea por una cuestión de supervivencia, empiezas a prepararte un plan «B» – donde también tiene cabida la fabricación de ladrillos-, para seguir pagando tus deudas. Porque, cuando en una empresa dejan de importar las personas y empiezan a importar más los muebles que se ponen en los despachos – cuestiones de imagen lo llaman-, cuenta lo mismo que dediques tu día a montar andamios o en atender a personas con dificultades sociales.
Porque si no humanizamos a las empresas que nos piden que seamos más humanos, deja de tener sentido este trabajo. Y porque si no se defiende un empleo estable y con calidad de aquellos que nos dedicamos a pelear por las condiciones y derechos de otros – del resto de los otros-, seremos todos y todas los/as perjudicados/as.
Hoy se ha ido una de las compañeras más valiosas y cercanas que conozco. Es una gran pérdida como compañera pero incalculable para todos/as aquellos/as a los que la veían a diario y conversaban con ella de cosas a las que nadie le importa porque pertenecen a algunos de esos colectivos que son invisibles para las administraciones.
A «la Sole».
3 comentarios
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abril 18, 2010 a 6:06 pm
Luis
Alguna vez hemos tratado esto aunque fuera de forma tangencial. Tu post sólo demuestra la suerte de ser lo joven que eras y el encuentro con la miserable existencia de las otras razones, que esgrimirán tus amigos, tu familia para justificar acciones impropias. Hablo de la traición de los demás hacia los ideales que representaban. Y quizá, y más terrible, es que quizá nosotros hagamos lo mismo, en el mismo momento en que estemos en condiciones de hacerlo.
Un beso,
abril 23, 2010 a 12:10 pm
derribandomuros
Efectivamente… malos tiempos para lo laboral… la competencia profesional reñida con el amiguismo zafio…q tal te va todo, querido???
May 9, 2011 a 12:44 pm
quebrantandoelsilencio
Cuando lo que menos importan son las personas es cuando más fuerte debemos luchar todos y todas los que nos dedicamos a las cuestiones sociales.
Cuando las empresas prefieren beneficios a resultados es mejor dejar esas empresas y denunciar sus prácticas. Ahora es difícil por la situación económica aún así y en conciencia no se puede reivindicar la mejora social y permitir estas situaciones.
Un saludo.