Cuando lo que menos importan son las personas, te encuentras rodeada de un montón de muebles nuevos y bonitos que no puedes enseñar a nadie, espacios multiusos que no puedes compartir y conversaciones que no puedes tener, al no ser que levantes el teléfono – por más que ya no haya que pelearse por usar uno-.

Cuando lo que menos importan son las personas, te replanteas tu labor profesional, si tiene sentido trabajar en una ONGD  o no, si tú como profesional estás reconocido o si simplemente eres un nombre que se rellena en un contrato y que ocupa una silla – eso sí, nuevísima y super-mega ergonómica- 

Cuando lo que menos importan son las personas, piensas si 10 años de experiencia sirven o no para algo o para alguien, si dejas huella en tus compañeros o si las personas que atendías notarán tu ausencia. Dejas de entender por qué alguien quien hacía bien su trabajo, no puede continuar haciéndolo porque otra persona debe ocupar su lugar – su lugar nuevo pero con idénticas funciones-. Y te cuestionas si sirve de algo pelear por ayudar a otras personas en vez de ayudarte a ti misma, porque ya no puedes confiar en nadie.

Y es que, cuando lo que menos importan son las personas, deja de tener sentido la labor social que realizamos porque, aunque solo sea por una cuestión de supervivencia, empiezas a prepararte un plan «B»  – donde también tiene cabida la fabricación de ladrillos-, para seguir pagando tus deudas. Porque, cuando en una empresa dejan de importar las personas y empiezan a importar más los muebles que se ponen en los despachos – cuestiones de imagen lo llaman-, cuenta lo mismo que dediques tu día a montar andamios o en atender a personas con dificultades sociales.

Porque si no humanizamos a las empresas que nos piden que seamos más humanos, deja de tener sentido este trabajo. Y porque si no se defiende un empleo estable y con calidad de aquellos que nos dedicamos a pelear por las condiciones y derechos de otros – del resto de los otros-, seremos todos y todas los/as perjudicados/as.

Hoy se ha ido una de las compañeras más valiosas y cercanas que conozco. Es una gran pérdida como compañera pero incalculable para todos/as aquellos/as a los que la veían a diario y conversaban con ella de cosas a las que nadie le importa porque pertenecen a algunos de esos colectivos que son invisibles para las administraciones.

A «la Sole».